Una película que te enseña a ser irresponsable y a no hacerte cargo de tus actos y decisiones, una cinta que tiene como protagonista a un niño que hace todo un acto musical en el que habla de que desea la muerte de su padre, un film con incesto, una producción que tiene una lucha por unos terrenos como las que ocurren en muchas familias en navidad y año nuevo. Eso es El Rey León. Y, ¿saben qué? ¡Es hermosa!
No cabe duda que en su discurso entre líneas, El Rey León no es tan inocente, sin embargo, la intensión de esta entrada no es hacer consciencia sobre eso ni de la forma en la que está basada sobre la obra Hamlet de Williame Shakespeare, tampoco gira en torno a los bailes de una suricata con falda hawaiana, un cerdo simpático (cerdo, no puerco, para que no se arme la gorda), un mandril sabio, un simpático pico de banana, unas hienas llenas de personalidad (un pequeño chistorete para la chaviza que nos lee) y, por supuesto, unos leones que se ríen del pelígro. Es un breve análisis sobre lo que hace que una película ingrese en nuestro listado de cintas preferidas.
En 1994 una familia veía el Sol de un nuevo año salir por el horizonte después de una majestuosa fiesta de toda la noche, una fogata arrojaba los últimos chasquidos de lo que unas horas detrás había sido un fuego que calentaba a un grupo de primos, bueno a unos los calentaba y a otros les llenaba de humo los ojos. Algunos menores de edad hurtaron alcohol para simular una adultez anhelada, algún adulto había regado plantas con agua de riñón y el perro de la casa era feliz con las sobras caídas al suelo que no iban a ser partícipes del recalentado. Al mismo tiempo, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional se alzó en armas con el levantamiento llamado Carpintero a razón de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Tan lejano parecía el verano cinematográfico que lanzaría grandes cintas como Forrest Gump (Robert Zemeckis), La Máscara (Chuck Russell) y, la que nos reune el día de hoy, El Rey León (Rob Minkoff & Roger Allers).
Disney nunca podrá disimular su avaricia y su hambre por dominar el mundo del entretenimiento, pero lo que nosotros, sus consumidores, tampoco podremos disimular, es que la gran mayoría crecimos con sus películas y a cada uno nos marcó una de sus cintas por conocida o desconocida que resulte. Y así es cómo fui marcado por El Rey León.
Estoy total y completamente seguro de que fui a ver muchas películas al cine antes, sin embargo, la primera que tengo en mis recuerdos es El Rey León y es que tiene un significado más que relevante en mi vida. Aunque no las recuerdo con claridad, existen una gran cantidad de anécdotas por parte de mi papá y mi hermano (Arturo) en las que íbamos a distintos complejos cinematográficos, pero cuando asistimos a ver la película protagonizada por Simba, que lo hicimos como familia, fue la primera ocasión en la que mi mamá no se durmió en la comodidad de las butacas.
Esto me hace pensar en el valor que puede tener cualquier trabajo artístico por el contexto de quien está apreciándolo y el conocimiento que se tenga sobre la obra o sobre el autor de la obra. No voy a profundizar en la segunda parte de lo que expuse en la idea anterior, más bien, me enfocaré en la primera. El Rey León solo sirvió, en esta ocasión, como un mero pretexto para analizar esto en un enfoque cinematográfico (aunque se va a ir desde lo general a lo particular, sin dejar de lado ejemplos cotidianos para explicar un poco más a detalle). Por lo tanto, la cinta de Disney solo sirvió para introducir este texto y va a servir para cerrarlo.
Hay algo que ha rondado mucho por mi mente desde que estudiaba la carrera: ¿cómo influyen las emociones y los sentimientos en la percepción e interpretación de un mensaje? La inquietud por encontrar respuesta a este planteamiento solo llegó tan llejos como un intento de presentarlo como un posible tema para la realización de una tesis. Por fortuna, o infortunio, una asesora me invito a desistir en la idea porque requeriría el apoyo de psicólogos que me ayudaran a definir el estado de ánimo en el que se encontraran los sujetos de las pruebas. Así, la idea quedó en el tintero (para aquellos que se pregunten qué fue lo que hice en lugar de eso, fue una comparación entre la estructura de las escenas de Nosotros los Nobles con un spot de televisión. No fue tesis, solo un protocolo de investigación).
A pesar de no haber realizado la investigación, está claro que lo que carga una persona en su mente es un factor clave para la manera en la que es testigo de los sucesos a los que es expuesto. Es más, lo podemos ver muy claro en una simple conversación con nuestros amigos. Si estás muy triste, es difícil enfocarte en lo que están platicando; lo mismo puede ocurrir si estás muy alegre. En ambos casos, la mente se la pasa dándole vueltas al evento que te despierta esas emociones.
No sé si les ha pasado, quiero suponer que no soy el único, que ocurre algo que los hace enojar y no tienen ganas de estar en contacto con nadie, prefieren refugiarse un tanto para evitar explotar con quien no lo merezca. O, por el contrario, llega a pasar que hay personas que no buscan quien la hizo sino quien la paga. Entonces, cuando recibimos algún mensaje (a través de cualquier medio) la forma de reaccionar puede ser negativa o agresiva, a pesar de que puede ser un mensaje que contenga información con la que estamos de acuerdo o que, en otra situación, pueda despertar alguna sonrisa.
Otra cosa a considerar es que, debido a las experiencias de las personas, puede ocurrir que la respuesta sea distinta a lo que cabría esperarse, es decir, alguien puede estar triste o asustado, pero en lugar de llorar o alejarse, puede reaccionar con desprecio o enojo a los mensajes.
Dentro del contexto que se involucra en el valor y aprecio que se le pueda tener a algún trabajo cinematográfico, se encuentran los gustos pesonales, las inquietudes, la personalidad de quien es testigo de un trabajo fílmico. Casi puedo apostar a que si alguien disfruta del futbol, va disfrutar de igual manera una cinta que aborde el tema. Aunque será un tanto crítico ante algunos elementos que le parezcan importantes o indispensables sobre el deporte.
Las aspiraciones, el deseo de un estilo de vida, el anhelo de un amor, todo es parte de lo que hace que un mensaje resulte grato o desagradable para una persona.
Así mismo, en cuanto a factores externos, también se pueden encontrar otros tantos que se ven involucrados al momento de valorar algún contenido o mensaje; como la familia, los amigos, la escuela, los compañeros, el nivel socioeconómico, la colonia, la ciudad, el estado, el país, la religión, la política, los maestros, los vecinos. Sí, invariablemente, todos estos elementos (y muchos más) son parte de nuestro desarrollo y crecimiento y, por lo tanto, nuestros gustos se ven directa o indirectamente afectados por ellos.
En la cartelera se estrenan muchas cintas, algunas de ellas alabadas por la crítica, otras por el público, algunas abarrotan la taquilla y otras pasan sin pena ni gloria. A veces hay filmes que después de años de su estreno, van adquiriendo cierto nivel de culto y empiezan a obtener seguidores. Todo esto es gracias a lo explicado anteriormente. Tal vez el mundo vivía alguna situación que orillaba a las personas a consumir cierto tipo de producto, tal vez la manera de pensar del colectivo generaba que algunas películas o filmes fueran descalificados o despreciados, pero con el paso del tiempo fueron revalorizadas.
Es así que muchas veces nos pueden parecer muy buenas algunas películas que a los demás les pareciera que no lo son tanto. Estos gustos, llegan a tener, en ocasiones, el sobrenombre de gustos culposos. Pero no tienen que ser culposos, nos gustan y punto, hay alguna razón por la que nos gustan y punto. Debemos ententerlo así, sin juzgar, sin etiquetar. Resulta enriquecedor cuando alguna persona explica la razón de su gusto y argumenta el por qué alguna cinta le parece destacable o con elementos que le parecen gratos, sin embargo, también está en su derecho de guardarlo y no dar explicasiones. Todos tenemos derecho de consumir las cintas que queramos sin sentir culpa. Y por ello, no son más ni menos que alguien más.
Cada quien tiene un contexto el cual le otorga un valor propio a cada cinta. En mi caso, El Rey León es mi película animada favorita porque es la primera que recuerdo haber visto en cine y porque la fuimos a ver en familia, tanto en 1994 como en 2019.
Hugo Mena
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