El Palacio Rosa
(Un hubiera de nuestro episodio de Coraline y La Puerta Secerta)
Capitulo 3
Galletas, dulce y té
El viaje fue un poco tenso, yo no quería alejarme
de la ciudad y de mis amigos, habíamos estado haciendo planes del que iba a ser
uno de los mejores veranos de nuestra juventud. Por si eso fuera poco, mi madre estaba molesta por las incomodidades del collarín y mi padre intentaba realizar
juegos durante el camino con tal de sacarnos una sonrisa, lo que solo nos hacía molestar más.
Recuerdo muy bien que llegamos al Palacio Rosa
un viernes, era una casa con un toque antiguo. Me recordaba aquellas viejas
casas de los cuentos clásicos. La casa tenia amplios ventanales, contaba con
una veleta en el techo y un enorme pórtico que daba la bienvenida a los
visitantes del palacio.
A pesar de los años que se veían en la
casona, todo estaba perfectamente bien conservado.
Cuando llegamos, mi padre estacionó el
coche justo bajo del pórtico; rápidamente fuimos recibidos por el viejo mayordomo
del palacio.
- - ¡Hola buenas tardes! ¡Somos
los Jones! – Dijo mi padre.
El viejo solamente nos dirigió una mirada y nos hizo un gesto de que esperáramos en el auto.
- Disculpe buen hombre, ¿las señoritas Spinx y Forcible se encontrarán? – pregunto mi madre.
El hombre solo asintió con la cabeza y comenzó
a descender las escaleras en camino al auto. Mientras bajaba, nos comenzó a
hacer señas, fue cuando comprendimos que ese hombre no podía hablar.
Amablemente, el hasta en ese momento desconocido,
se apresuró a abrir la puerta del lado de mi madre brindándole su mano de apoyo
para salir del vehículo, posteriormente abrió la mía y quizo darme también su mano, solo que yo lo rechacé; nos indico con señas que nos adelantáramos a la puerta, mientras él se hacía cargo
de nuestro equipaje.
Al subir al pórtico, notamos cómo se abría la puerta de la casa, mostrando a las dos dueñas del Palacio Rosa, vestidas con unos pesadísimos vestidos.
- ¡Bienvenidos al Palacio Rosa! – Exclamó Spinx.
- ¡Por favor, pasen! – Completó Forcible. - El viejo Charlie les ayudará con su equipaje.
Charlie era el mayordomo del Palacio
Rosa, él ayudaba con el mantenimiento de la casa, además de ser jardinero y
chofer de las viejas artistas. Era un hombre agradable, aunque mudo de
nacimiento. El viejo Charles, siempre estaba al pendiente de lo que a las
señoritas se les ofrecía.
Mis padres y yo fuimos conducidos a la sala del que iba a ser nuestro piso; todo alrededor parecía sacado de una película vieja, chimenea de ladrillo, papel tapiz con flores y una alfombra roja con borlas en sus puntas, no sabría decirles qué, de todos lo que veía en la casa, era más viejo, incluyendo a las señoritas Spinx y Forcible. Todo se veía anticuado dentro de ese lugar.
- Te lo dije madre, esto parece como una película de terror, de seguro no hay televisión – comenté en voz baja.
- Es una bonita casa Coraline, además te hace falta un poco de aire fresco.
- ¡No es educado estar hablando en voz baja! – La señorita Spinx interrumpió a mi madre.
- Disculpe por favor, es que nuestra pequeña Coraline no quería venir. – Comentó mi madre.
- Esta jovencita hermosa se va a divertir mucho con nosotros; ¿no te gustaría aprender canto o actuación, pequeña Caroline? Nosotros fuimos grandes estrellas de teatro. - Dijo Forcible.
- Es Coraline, no Caroline señora. - Dije molesta entre dientes.
- No está bien corregir a tus mayores, pequeña. – Dijo Spinx.
- Perdonen ustedes, - dijo rápidamente mi padre, mientras tapaba mi boca, - es que últimamente Coraline no ha tenido muy buen humor, ya saben cómo son los niños de esta edad.
- No se preocupe señor Jones, esa es la mejor edad de todas. - La voz de Forcible salió un poco más ronca y no apartó su vista de mí.
En cuanto llegamos a la sala, el viejo Charlie, ya había colocado tazas, galletas y dulces, que olían muy bien.
- Por favor, tomen asiento y disfruten del té. – Nos invitó Spinx.
- Es una receta especial de nuestro jardín, – completó Forcible, parecía que sus palabras estaban ensayadas, - adelante Caroline, toma un dulce, a todos los niños le gustan nuestros dulces. - Forcible no apartaba la mirada de mí hasta que Spinx le dio un golpe suave con el codo.
- Pero escuché que no habían tenido familias con niños. – dijo mi padre.
- ¡Ah! ¡Qué tonta!, quise decir que a todos los niños les gustan los dulces. – Corrigió Spinx mientras Forcible sufría un pequeño ataque de tos.
Mis padres y las señoritas tuvieron una platica muy larga y la verdad los dulces y las galletas fueron lo mejor de ese día.
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